Cientos de fieles participaron de la festividad del santo patrono de la diócesis; ocasión en la que además se cerró el año jubilar por los 400 años de su canonización.
La diócesis de San Isidro celebró la fiesta de San Isidro Labrador, su santo patrono, con una procesión de fieles que salió desde la catedral local con la imagen de su esposa, Santa María de la Cabeza. Al finalizar el recorrido, el obispo auxiliar, monseñor Guillermo Caride, presidió la Eucaristía, que fue concelebrada por el otro obispo auxiliar, monseñor Raúl Pizarro; el obispo emérito de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto; el párroco de la catedral, presbítero Carlos Avellaneda, y sacerdotes del clero diocesano.
En la homilía, monseñor Caride recordó que este año, además de celebrar la fiesta del santo patrono, «la Iglesia celebra el cierre de su año jubilar por los 400 años de su canonización», al tiempo que manifestó que «con su experiencia de labrar la tierra, San Isidro aprendió los tiempos de la naturaleza y nos puede enseñar a vivir esos tiempos, los tiempos de la paciencia y de la espera».
«San Isidro, el labrador, tiene esa experiencia del sembrar, donde él sabe que hay una desproporción entre su trabajo y los frutos que le da la tierra; que es mucho más lo que recibe», destacó, e invitó a celebrar «en este año jubilar, por los dones recibidos de Dios».
Monseñor Caride recordó que el santo “nos enseña a agradecer al otro, a respetar al otro, a cuidar al otro».
«Isidro Labrador sabía que llegaba el tiempo de la cosecha y en esas culturas se celebraba la cosecha, era una fiesta que hermanaba a todos», agregó, y completó: «Esta es una enseñanza que nos muestra que más profunda que las diferencias, es lo que compartimos y las raíces».
«Que bien nos hace pedirle a San Isidro que nos ayude en este tiempo nuestro de la Argentina, que podamos aprender esa sabiduría del diálogo, para llegar a acuerdos, que nos ayude a resolver nuestros conflictos», subrayó.
Finalmente, el obispo auxiliar pidió que “en esta Eucaristía pidamos a San Isidro que podamos aprender esa sabiduría de los tiempos, de la paciencia y la esperanza, como así también la sabiduría del don que se agradece, se comparte, se celebra y se hace fiesta».
Mensaje de monseñor Ojea
El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, estuvo ausente de la festividad a raíz de que está participando -en su carácter de presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA)- de la 39° Asamblea Electiva y General del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), y compartió un videomensaje por el día del santo patrono y la culminación de los 400 años de su canonización.
“Tenemos la alegría de celebrar la culminación del jubileo de los 400 años de la canonización de San Isidro Labrador. Es un orgullo que nuestro santo patrono sea un laico, un laico que vivió en el mundo trabajando, un buen esposo, un buen padre de familia”, destacó.
Asimismo, recordó que “su canonización no fue inmediatamente propuesta por una orden religiosa o por su jerarquía. Fue un santo que trascendió en su pueblo, su santidad trascendió, entonces de boca en boca se fue conociendo la humildad, la santidad, la profundidad de su oración, la vida de san Isidro Labrador”.
«El labrador se caracteriza puntualmente por sembrar y vamos a pedirle en esta culminación del jubileo, que pueda sembrar en nosotros la cultura de la paz, este poder aprender a escucharnos y escucharnos bien, esta escucha activa que necesitamos para poder entendernos mejor viniendo de pensamientos diferentes, de sensibilidades diferentes como nos pasa a los argentinos”, aseguró.
Monseñor Ojea invitó a pedirle al santo que «nos enseñe a dialogar después de escuchar, a dialogar con verdad, con sencilles, buscando la verdad en el diálogo, la autenticidad, y finalmente que su siembra nos oriente para encontrar consensos, y para encontrar consensos muchas veces tenemos que renunciar a muchas cosas propias, para poder encontrar un punto que sea un punto de acuerdo”.
«En este tiempo particular que toda la Iglesia está empeñada en un estilo sinodal, en un estilo de caminar juntos, le pedimos a este santo que nos enseñe, como él lo vivió tan hondamente, a escuchar al Espíritu Santo, a través de lo que nos dicen los demás, a poder llevar adelante un diálogo constructivo para poder transformar nuestra realidad, no simplemente para sobrevivir en ella, y que nos enseñe a encontrar consensos y acuerdos que suponen muchas veces la renuncia a cosas propias”, concluyó.
Fuente y créditos: https://aica.org/
A.J.