Hace 95 años, Antoine de Saint Exupéry, a bordo de un Laté 25, despegó desde Villa Harding Green, Bahia Blanca rumbo al sur. Ese día comenzaba a escribirse una página de oro de la aviación nacional.
Entre tantísimas coberturas, La Nueva Provincia también fue testigo de un hecho histórico en la aviación argentina.
Hace 95 años, Antoine de Saint Exupéry, a bordo de un Laté 25, despegó desde Villa Harding Green rumbo al sur. Ese día comenzaba a escribirse una página de oro de la aviación nacional.
Apenas clareaba la mañana del viernes 1 de noviembre de 1929 cuando un madrugador piloto de la Aeroposta Argentina retiraba, ayudado por los mecánicos, el avión Laté 25 matrícula 643 del hangar de Villa Harding Green, colocándolo en la cabecera de la pista de tierra.
El hombre, a su vez jefe técnico de la línea, era Antoine de Saint Exupéry, piloto francés llegado apenas 15 días antes a nuestro país, luego de ser jefe de estación en el fuerte de Cap Juby, en el norte africano.
A sus 29 años, ataviado con una campera negra y los lentes apropiados para volar a cara descubierta, Saint Exupéry daba las últimas instrucciones para despegar.
Sondeó una vez más el horizonte pero no alcanzó a divisar la máquina que, habiendo despegado desde el aeropuerto de General Pacheco, en Buenos Aires, se sumaría al vuelo inaugural de la línea.
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Saint Exupéry sabía de rutas peligrosas. Había volado sobre el Sahara y ensayado los primeros vuelos entre Toulousse y Casablanca. Sin embargo, la ruta a la Patagonia era, por lejos, la más complicada de todas.
«Es la tierra donde las piedras vuelan», refirió al explicar los fuertes vientos que ponían en constante peligro la estabilidad de los aviones Laté 25 y Laté 28, de fuselaje de aluminio, y capaces de desarrollar velocidades de entre 180 y 200 km/h.
La Aeroposta Argentina ya tenía dos rutas en nuestro país, ambas partiendo desde Buenos Aires, con destino a Asunción del Paraguay y Santiago de Chile.
La línea a la Patagonia era la primera estrictamente de cabotaje y tenía su cabecera en Bahía Blanca, con punto final en Comodoro Rivadavia y escalas en San Antonio Oeste y Trelew. El tramo entre Bahía Blanca y Buenos Aires se completaba con el servicio ferroviario, teniendo en cuenta su eficiencia.
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A las 7, Saint Exupéry recibió del jefe administrativo de la Aeroposta, Jorge Vast, las valijas postales que debía transportar. De inmediato, mandó encender los motores del avión.
Tras saludar a los vecinos presentes en aquel vuelo inaugural, invitó a Enrique Julio, director de «La Nueva Provincia», J.M. Valla, de «El Atlántico» y Hunter, de «La Mañana», a subir a la nave, como invitados especiales. A las 7.30, el motor Renault del Laté 25 ponía en vuelo a la máquina.
Saint Exupéry pasó entonces sobre la ciudad, ensayó un círculo de saludo a la altura de la plaza Rivadavia, para sorpresa y asombro de los ocasionales paseantes, y enfiló hacia el sur argentino. Estaba escribiendo una página de oro en la aviación nacional.
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Media hora después de la partida de Saint Exupéry, la pista de Villa Harding Green recibió una nave de mayor porte: el Laté 28 que, procedente de Buenos Aires, sería parte del vuelo inaugural.
Lo piloteaba otro piloto francés, Jean Mermoz, una verdadera leyenda de la aviación mundial, a quien acompanaba el capitán Vicente Almandos Almonacid, director de la companía y héroe de la Primera Guerra Mundial, quien, curiosamente, había vivido en nuestra ciudad ejerciendo el cargo de director de obras municipales y secretario del colegio Nacional.
Luego de recargar combustible, el avión, con periodistas de Buenos Aires y otros invitados especiales, partió rumbo a San Antonio Oeste.
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El hecho histórico de inaugurar la línea entre nuestra ciudad y Comodoro Rivadavia tiene asegurado su lugar en la historia, por sobre cualquier nombre y hombre que formara parte del acontecimiento.
«La importancia de este sistema de transporte se significa en el hecho, realmente asombroso, de que la correspondencia de Comodoro Rivadavia llega a París en nueve días. Este es un hecho de importancia en los anales del progreso de Bahía Blanca», señaló este diario.
Pero, sin dudas, que Antoine de Saint Exupéry haya sido piloto del vuelo, le otorga un valor adicional. Porque este hombre ya tenía tanta pasión por volar como por escribir.
Luego de su paso por nuestra ciudad publicó, en 1931, el libro «Vuelo Nocturno», donde relató parte de sus experiencias en nuestra tierra. También rescata vivencias locales «Tierra de Hombres».
Pero su nombre quedó en la historia de la literatura universal por la que sería su última obra, «El Principito», escrita en Nueva York en 1942.
Ese libro se mantiene, desde su primera edición de 1943, entre los más vendidos en la historia, en un fenómeno que Saint Exupéry no pudo siquiera imaginar. Es que apenas entregó los originales a sus editores, se incorporó a la fuerza aérea francesa.
Al cumplir la última misión que tenía asignada, el 31 de mayo de 1944, desapareció piloteando su avión, sobre el mar Mediterráneo. Nunca se encontraron restos de la nave.
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Las crónicas periodísticas de aquellos tiempos señalan que el Laté 25 de Saint Exupéry llegó a Comodoro Rivadavia a las 16.15, luego de casi siete horas de vuelo y de haber hecho escalas en San Antonio Oeste y Comodoro Rivadavia.
En esta última ciudad, se encontró con su amigo Mermoz, cerrando ambos aquella jornada. Luego de hacer noche en Comodoro, el domingo aterrizó en Harding Green, abordando ese mismo atardecer el tren vía Pringles hacia la Capital Federal.
La Línea a la Patagonia abrió la historia de la aviación aerocomercial del país. Cuando en 1931 la empresa se retiró del país, debido a su mala situación financiera, fue reconvertida en Aeroposta SA, administrada por capitales mixtos. En la década del 40 se convirtió en Aerolíneas Argentinas.
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A pocos metros de la rotonda donde se ubica la policía caminera, camino hacia la Base Espora, una referencia histórica da cuenta del sitio donde hace 95 años ocurrieron estos hechos.
El lugar, terrenos propiedad de la Armada Argentina, está cercado, y se advierte una pista que hasta hace pocos años todavía estaba en servicio.
Nada queda de las construcciones originales donde, por otra parte, funcionó el aeropuerto bahiense hasta principios de la década del 70, cuando se habilitó la actual aeroestación civil Comandante Espora.
Colaboración del Sr Contraalmirante (RE) “VGM” Carlos Cal, Miembro correspondiente del Instituto Nacional Newberiano.
Fuente: lanuevaprovincia.com