EL MISTERIO DE LOS TRES GOBERNADORES, ¿asesinatos políticos o coincidencias fatales?

"...los gobernadores no gobiernan solos: es que hay quien, desde las sombras, comparte la investidura y aprovecha las ventajas de la posición para malograr todo propósito sincero...", La Nueva Provincia de Bahía Blanca, "Gobernadores a medias", 12/09/1913.

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Entre septiembre de 1912 y septiembre de 1913, fue un año trágico para la provincia de Buenos Ayres. En ese periodo, tres gobernadores electos murieron en circunstancias sospechosas, sin lograr cumplir sus mandatos. Se trata del Gral. José Inocencio Arias, el Cnel. Ezequiel de la Serna y Juan Manuel Ortiz de Rosas. Sus muertes generaron conmoción, especulaciones y acusaciones de conspiración, pero nunca se esclarecieron del todo. ¿Qué se sabe de estos casos? Casi nada, todo ha quedado en el olvido.

¿Tendría relación con la propuesta de Enrique Julio, fundador del periódico La Nueva Provincia de Bahía Blanca, de dividir la provincia de Buenos Ayres en dos nuevas provincias?

 

El primero en fallecer fue el Gral. José Inocencio Arias a los 54 años. Había asumido como gobernador en mayo de 1910, muriendo repentinamente dos años después. Se dice que su deceso fue atribuido a la complicación de una gripe, que se convirtió en congestión pulmonar y derivó en un problema renal. Sin embargo, algunos sospecharon que, así lo deja deslizar la revista PBT de aquellos tiempos, que pudo ser envenenado. No dejó de llamar la atención que su ama de llaves, de origen británico, saliera sigilosamente del país una semana después de la muerte del gobernador.

 

El segundo fue el Vicegobernador Ezequiel de la Serna, en marzo de 1913, a los 57 años. Había sido designado por la Legislatura provincial como sucesor del desafortunado gobernador. A mediados de marzo, aún más repentinamente que lo que había ocurrido con la muerte de Arias, falleció. No hay datos sobre su muerte. El tercero, en esta sucesión de hechos, es el nieto de Dn. Juan Manuel de Rosas, Juan Manuel Ortiz de Rosas, el 1° de septiembre de 1913, quien había asumido el 2 de julio después de elecciones provinciales. Las causas nunca fueron explicadas.

 

Estas tres muertes consecutivas tuvieron un impacto profundo en la vida política y social de la provincia, que quedó convulsionada por las tensiones entre los distintos partidos y sectores políticos. Además, coincidieron con un momento histórico en el que se debatía la conveniencia de dividir la provincia en dos nuevas provincias, una con capital en Bahía Blanca y la otra en La Plata.

 

Pero estos no son los únicos casos sospechosos. Carlos Pellegrini, quien compartía la idea junto al Gral. Arias de elegir a Bahía Blanca como capital bonaerense, muere inesperadamente por «agotamiento físico». Otro que participaba de esta idea fue Roque Sáenz Peña, siendo presidente argentino muere en 1914, dicen, de sífilis.

 

El gobierno nacional de Sáenz Peña tenía en mente un proyecto algo distinto, quería extender los límites geográficos de la Capital Federal, llevándolo por el norte hasta el Tigre, por el oeste a Luján y por el sur hasta La Plata incluyéndola, que pasaría a convertirse en residencia del presidente y sede de los Ministerios.

 

La provincia de los bonaerenses perdería, así, su capital provincial. Lo que le daba una oportunidad a Bahía Blanca para reemplazarla. Ahora, el estado nacional compensaría, en el proyecto de Sáenz Peña, la pérdida de territorio asumiendo la nación la deuda provincial -que en gran parte se le debía a la banca británica- y cedería tierras del territorio que hoy conocemos como la provincia de La Pampa. El gobernador Arias estaba de acuerdo con este proyecto, anunciándolo a la provincia en junio de 1912. Posicionando a Bahía Blanca como nueva capital bonaerense, puesto que, muchos veían a la ciudad como la Liverpool británica.

 

Sin embargo, los legisladores del norte y centro de la provincia se opusieron tenazmente. El proyecto de Sáenz Peña se detiene con la muerte de Arias, pero al asumir su vicegobernador, De la Serna, intenta impulsarlo, como lo hará después Ortiz de Rosas.

 

Lo cierto es que, los británicos han ejercido, desde Mitre, una fuerte presencia en el puerto del Buen Ayre y que Estados Unidos de Norteamérica necesitaba, para su expansión geopolítica continental, un puerto en el Atlántico y que, en esa dirección, vieron la oportunidad y alentaron la creación de una nueva provincia, con capital en Bahía Blanca, bajo cuyo ejido operaba el puerto de aguas profundas más importante del país. Sin embargo, no querían enemistarse con sus aliados, los británicos, lo que los obligaba a tratar el tema con cautela. Los británicos, que sospechaban de estas intenciones, comenzaron a otorgar empréstitos a la provincia (gestionados por legisladores del centro y norte bonaerense) y, al endeudarse, perdería capacidad de manejo y autonomía política. Es obvio, entonces, que el proyecto del presidente Sáenz Peña, que incluía el salvataje financiero para las alicaídas arcas provinciales, amenazaba con hacer naufragar la estrategia británica de evitar la competencia gringa en el Atlántico si se hacían el puerto de Bahía Blanca.

 

Seguramente, el traslado de la Capital bonaerense a Bahía Blanca hubiera favorecido el desarrollo de la provincia de Buenos Ayres, al impulsar el crecimiento de una ciudad con un importante puerto, una industria petrolera y una actividad agropecuaria diversificada. Además, se hubiera descentralizado el poder político y administrativo de la provincia, al alejarlo de la influencia de la Capital Federal y de los intereses de la región metropolitana. Esto podría haber generado una mayor autonomía y representatividad de las distintas regiones de la provincia, especialmente del centro y del sur, que históricamente han sido relegadas y marginadas. Asimismo, se hubiera podido mejorar la infraestructura y el transporte, al contar con un esquema ferroviario diferente y con otras terminales aeroportuarias, que facilitarían la conexión y la integración de los territorios provinciales. Finalmente, se hubiera evitado la migración de jóvenes y familias de las Delegaciones Municipales menos favorecidas, al ofrecerles más oportunidades de empleo, educación, salud y desarrollo en sus propias localidades o en otras cercanas.

 

La propuesta de dividir la provincia quedó en el olvido, y Buenos Ayres se convertirá en la más poblada del país, con sus problemas y desafíos, como lo es el Conurbano que impide su desarrollo. Los tres gobernadores fallecidos pasaron a la historia como víctimas de una maldición o de una conspiración, según la versión que se prefiera, pero nunca se les hizo justicia. Sus casos siguen siendo un misterio sin resolver, que refleja la complejidad y la violencia de la política interna argentina y de los intereses externos en nuestra patria.

Autor: Luis Gotte

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