Em junio, las tropas de la infantería más poderosa de la época habían desembarcado para marchar sobre Buenos Aires. La finalidad de la operación era ocupar la plaza con el mercado más importante de toda la región.
«Montevideo estaba muy indefenso, que mil hombres obtendrían fácilmente posesión de la plaza y de Buenos Aires”. A su vez comentaba en relación a un comerciante del río de la Plata “Él asegura que nunca ha habido en Buenos Aires mil soldados de línea, mientras que ha estado allí; que en este momento no concibe que pueda haber seiscientos en ambas Plazas; y que la disposición de los habitantes es tan adversa al gobierno existente, que ayudarán materialmente a la conquista de la Plaza.
En efecto, sin mayores dificultades las tropas de casaca colorada ocuparon la Plaza Mayor de la ciudad e hicieron flamear su bandera en el fuerte. Ante la huida del virrey y la aceptación de la situación por parte de algunos comerciantes todo parecía estar encaminado al éxito militar y político de la operación inglesa. Pero para la abrumadora mayoría del pueblo sentía como una afrenta a su dignidad la presencia del invasor, y así comenzó a gestarse una resistencia armada para expulsar a las tropas inglesas.
El capitán de navío Santiago de Liniers, habiendo viajado a Montevideo antes de la rendición, comenzó a organizar milicias para reconquistar Buenos Aires. Lo hizo con la ayuda de Martín de Alzaga en la ciudad y de Juan Martín de Pueyrredón en los alrededores. Incluso después del combate de Perdriel, una derrota de las pocas tropas patriotas reunidas hasta el momento, crecía en Buenos Aires la decisión a recuperar militarmente la ciudad.
Miles de hombres de distintas procedencias se transformaron en improvisados soldados, sumándose a pocas las tropas virreinales existentes, a las que se sumaron los niños, ancianos y mujeres que participaron activamente en las acciones de la recuperación. El centro de la antigua ciudad iba convirtiéndose en una trampa para los británicos sin que ellos lo advirtieran.
El 10 de agosto, apostado en los corrales de Miserere, Liniers intimó la rendición a Beresford con una carta que contenía los siguientes párrafos: “Vengo a la cabeza de tropas regladas muy superiores a las del mando de Vuestra Excelencia y que no les ceden en instrucciones y disciplina. Mis fuerzas de mar van a dominar las balizas y no le dejarán recursos para emprender una retirada. La justa estimación debida al valor de Vuestra Excelencia, la generosidad de la nación española y el horror que inspira a la humanidad la destrucción de hombres, meros instrumentos de los que con justicia o sin ella emprenden la guerra, me estimulan a dirigir a Vuestra Excelencia este aviso, para que impuesto del peligro sin recurso en que se encuentra, me exprese en el preciso término de quince minutos, si se halla dispuesto al partido desesperado de librar sus tropas a una total destrucción o al de entregarse a un enemigo poderoso.”
El comandante inglés se negó advirtiendo que defendería su posición. Las tropas de Liniers avanzaron sobre el Retiro y derrotaron a las tropas inglesas apostadas allí, luego convergieron sobre la Plaza Mayor en distintas columnas para lo que sería la acción decisiva. Los combates tomaron otra dimensión y se tornaron más violentos y encarnizados entre las calles. Finalmente, los invasores se replegaron hacia el fuerte, a su paso recibían toda clase de metralla desde los techos y terrazas, escombros, piedras, agua o aceite hirviendo; y ante la decisión de las acciones de los patriotas y la abrumadora superioridad numérica que presentaban, no tardaron en rendirse.
Santiago de Liniers, héroe de la resistencia, relataría: “Aquella multitud de pueblo que se me agregó en el corto tránsito de los mataderos de Miserere al ventajoso punto del Retiro, ocupado con denuedo, me facilitó derrotar y amedrentar al enemigo, por el singular esfuerzo con que sacaron a campo limpio la artillería detenida y atollada en los albardones y pantanos. Se fue aumentando considerablemente, así en el acampamiento del Retiro, como en las calles de la ciudad. De modo que me vi rodeado en la plaza mayor de un cuerpo inmenso de guerreros, cuyas voces de avance, avance confundían casi el estruendo de la artillería y llenaban de horror al enemigo.”
El 12 de agosto, en la Reconquista de Buenos Aires, una ciudadanía heterogénea hombres, mujeres, niños y ancianos; criollos, españoles, aborígenes y afroamericanos, todos unidos por la decisión de defender su tierra. Fue el inicio del sentimiento de Patria y el comienzo de la organización militar que finalmente derivó en la conformación de los ejércitos que pelearon por la independencia en los distintos campos de batalla.
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